Este verano, lo que eran unas tranquilas vacaciones en Calpe se convirtieron en una auténtica pesadilla, con el Apple Watch como protagonista. Estaba disfrutando de la playa, corriendo por la orilla y registrando mis entrenamientos con normalidad, cuando mi Apple Watch Series 9 decidió dejar de funcionar. El reloj simplemente dejó de cargar y, para colmo, estaba sobrecalentado.
Pensé que sería un fallo puntual, pero nada más lejos de la realidad. Me quedé sin reloj hasta finales de agosto y no pude registrar mis entrenamientos como lo venía haciendo. Perdí toda la funcionalidad que esperaba de un dispositivo que costó más de 400 euros, tan solo un año después de haberlo comprado. Apple tiene problemas y la gente se está dando cuenta.
MediaMarkt o Apple, ¿de quién es la culpa?
Al principio, intenté encontrar una solución rápida en alguna Apple Store cercana, pero ninguna tenía cita disponible. La única alternativa viable era esperar a volver a Madrid. Una vez allí, me dirigí al Mediamarkt donde compré el Apple Watch con la esperanza de que el proceso fuera sencillo. Allí me dijeron que lo enviarían a Apple y que, en unas dos semanas como máximo, tendría un reemplazo o un reloj reparado, con la posibilidad de que me dieran un modelo nuevo. La promesa sonaba razonable y me aferré a esa esperanza mientras intentaba acostumbrarme a un verano sin el que era mi dispositivo más usado hasta el momento.
Sin embargo, la realidad fue muy distinta. Pasaron seis semanas de llamadas telefónicas, mensajes y esperas que parecían no tener fin. La respuesta era siempre la misma: silencio total. Finalmente, el 20 de agosto les llamé, y me dijeron que ya podía recoger mi Apple Watch. De hecho, según ellos, había un correo en mi bandeja de entrada notificándome que estaba listo, algo que nunca llegó, ni siquiera en la carpeta de spam. La comunicación, o la falta de ella, fue lo que más me enfadó durante el proceso. Fueron seis semanas sin novedades, algo que, teniendo en cuenta el precio del dispositivo, no tiene sentido alguno.

Cuando finalmente fui a recogerlo, me encontré con un Apple Watch Serie 9 idéntico al mío, pero reacondicionado. Esto no me importó en absoluto, porque es lo habitual en casos de reemplazo de dispositivos de alta gama. Lo que sí me importó fue todo el tiempo perdido durante el verano, ya que no pude registrar entrenamientos, tuve que buscar alternativas, no pude aprovechar las funciones de salud y deporte del reloj, y lo peor, tuve que estar completamente desconectado de una herramienta que forma parte de mi rutina diaria.
Esta experiencia me ha hecho reflexionar sobre cómo funcionan los servicios de garantía de Apple y, en general, sobre la dependencia que tenemos de la tecnología. Un fallo en un dispositivo puede arruinar semanas de planificación de entrenamientos, y para alguien que hace del deporte una de sus máximas, esto no es fácil. Aunque la compañía promete rapidez y eficiencia, en la práctica, la realidad es que los tiempos de espera pueden ser mucho más largos, la comunicación puede fallar y los procesos no siempre son transparentes.

Por supuesto, entiendo que los dispositivos de alta tecnología pueden fallar y que un reemplazo reacondicionado es un estándar aceptable. Lo que realmente me molestó fue la sensación de abandono durante el verano. La confianza que depositamos en marcas como Apple se basa en la expectativa de que, si algo sale mal, la solución será rápida y eficiente. En mi caso, esa expectativa no se cumplió.
Mi experiencia este verano me ha enseñado que incluso las marcas más prestigiosas tienen problemas en su servicio al cliente, y que un dispositivo que falla en el momento menos esperado puede afectar mucho más que solo nuestra rutina diaria, y puede arruinar un verano entero.
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